En Navidad el mensaje de los ángeles a los pastores resonará de nuevo: “No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” Lc. 2, 10-11
¡Cuántos mensajes en una sola palabra!
En la noche de Navidad esta alegría del Evangelio resonará en todos los países a través del mundo, en todas las culturas y lenguas, y nos unirá, a nosotras, miembros de una misma familia religiosa. Que esta alegría que acogemos como gran don de Dios llegue a ser contagiosa y se propague al compartir entre nosotras y alrededor de nosotras, y que encuentre eco en cada corazón y en cada hogar.
Los pastores, que eran los marginados de su tiempo, son los primeros invitados de esta primera noche de Navidad. Unámonos a ellos que se apresuran a responder a la invitación de los ángeles y se van a Belén. Acompañadas por ellos, entremos en este espacio sagrado para descubrir en la gran pobreza de un establo en la periferia, entre una madre y un padre desbordantes de amor y de fe, que “un Niño nos ha nacido” Isaías 9,5 Et Incarnatus est…
Mientras que nuestra mirada se posa con admiración y temor respetuoso sobre este recién nacido, pequeño y frágil, “envuelto en pañales y acostado en un pesebre”, nos encontramos también con la mirada de María y de José. Dejémonos interpelar por el Niño del pesebre, el Emmanuel, Dios con nosotros. Acerquémonos con fe y confianza. Para encontrarlo debemos inclinarnos, hacernos humildes, hacernos pequeñas. Nos llama a volvernos hacia lo que es esencial, a renunciar a nuestros apetitos insaciables, en otras palabras, a vivir la cultura del “es suficiente”.
“Con los pastores, entremos en la verdadera Navidad, llevemos a Jesús todo lo que somos, nuestras exclusiones, nuestras heridas no curadas, nuestros pecados. Así, en Jesús, gustaremos el verdadero espíritu de Navidad: la belleza de ser amados por Dios” Papa Francisco
¿No estamos invitadas a diferenciarnos del posadero de Belén que dijo a José y a María “no hay lugar para vosotros aquí”? Yo también podría preguntarme: Si Jesús debiera nacer en nuestro mundo hoy, ¿dónde elegiría nacer? ¿En una pequeña tienda levantada en un campo de refugiados? ¿Bajo el pórtico de un inmueble residencial o de un supermercado? ¿Bajo un puente o en la bodega de un barco que se hunde bajo el peso de los inmigrantes?
Acompañando a los pastores llevemos a Jesús nuestro agradecimiento por su generosidad divina hacia nosotros y todos los signos de esta presencia de amor que nos ha acompañado en nuestra vida personal y la de nuestra Congregación. Con María y José, contemplémosle en el pesebre y digámosle sencillamente: Gracias, porque has hecho todo esto por mí.