Al celebrar este don de nuestro Dios, nos damos cuenta plenamente de que nuestro mundo sufre bajo el efecto de Covid-19, sin ninguna señal de tregua. Las naciones luchan por hacer frente al impacto de este pequeño e indeseable invitado que ha causado estragos en todos los frentes.
Hemos tenido que cancelar actividades y hacer cambios importantes en nuestros calendarios. A partir de ahora, no podemos planificar con demasiada antelación y debemos aceptar que el futuro se vaya escribiendo a medida que vaya surgiendo. El aspecto positivo de esta situación es que hemos podido hacer cosas para las que nunca habíamos tomado el tiempo de hacer. Hemos tenido tiempo de hacer una pausa, de reevaluar y, esperemos, de reinventar, para salir más fuertes de la pandemia.
Como dijo el Papa Francisco en Fratelli tutti, “El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia”. ¿Cómo afrontar este dolor, esta incertidumbre, este miedo y esta toma de conciencia de nuestras propias limitaciones en un mundo sacudido por todas partes?
Al mismo tiempo, en la oscuridad de la incertidumbre, incapaces de ver el camino a seguir, palpamos que la verdad del Amor eterno de Dios brilla sobre nosotros, trayendo paz, felicidad y buena voluntad, dándonos la firme confianza de que todo será más bello en la Hora de Dios.
Miremos más allá de las mascarillas que llevamos, más allá de los rostros ocultos y de las voces tapadas que conocemos, y hagamos nuestro el poema del Hermano Miguel Herry que voy a intentar parafrasear:
Que nuestros ojos bailen de risa y alegría
para reemplazar nuestras sonrisas ocultas.
Que nuestras acciones y nuestra atención al otro hablen más fuerte
de lo que nuestras voces sofocadas jamás podrían hacer.
Y que la generosidad de nuestros corazones brille a través de lo
que somos y de nuestra manera de reaccionar ante el mundo que nos rodea.
Para que los demás no vean nuestras mascarillas, sino que tu imagen brille hoy en nosotros y a través de nosotros. Amén.
Que, al celebrar el "Verbo hecho carne", podamos mirar más allá del caos, concentrarnos en lo que es posible y vivir en la esperanza de un nuevo día que nos ofrece el Dios que viene a habitar entre nosotros.
Las Hermanas de San José de Cluny se unen a mí
para desearles una feliz y bendecida Navidad.
Superiora General